A las cinco de la tarde del 5 de abril, mi hijo Andy, Julio (Mesías) mi compañero de expedición, Kaji nuestro amigo porteador y yo, llegamos a la cima del Khala Patar, una pequeña colina de 5.700 m., desde donde pudimos ver en toda su magnificencia a esa inmensa y preciosa montaña que ya es parte de mi vida, el Everest, y a su lado el Lhotse, montaña a la que mentalmente le hablaba y le pedía que, si era posible, me permitiese estar en su cumbre el próximo mes de mayo.
Nos tomamos fotos todos juntos, después una solamente mi hijo y yo con el Everest y el Lhotse al fondo; finalmente nos abrazamos y lloramos, lloramos mucho. El agradeciendo a Dios, a su mamá y a su papá; y yo, también agradeciéndole a Dios, a mi hijo mismo y a su hermanita Kamila.
Pasaron los minutos, la luz era más débil sobre la cima del Everest, hacía viento y con él el frío.
Mientras mi hijo le miraba en silencio por última al Everest, arbitrariamente yo me imaginaba que le estaba agradeciendo por el acuerdo que tuvieron entre si, los tres cómplices, para que yo pudiera cumplir uno de mis más grandes sueños.
Primer cómplice: el amor de mi hijo, en el guante de arquero que me lleve hasta la cima; segundo cómplice: el amor de mi hija en el Pigglet, el peluche rosado, que también me lo llevé hasta la cumbre; y tercer cómplice: la bondad de la Chomolungma para que yo pudiera llegar a su cima.
La Chomolungma perdía su úlitmo tono rosa, se quedaba con su gris y con su blanco. Nos dimos un último abrazo con mi hijo y bajamos juntos a comer y dormir en Gorak Shep. Al día siguiente él se regresaba a Katmandú y yo continuaba hacia el campamento base del Lhotse (que es el mismo para el Everest), en busca de mi nuevo sueño, Dios mediante la cima del Lhotse.
DESPUÉS DE LA CIMA DEL LHOTSE
Finalmente y un poco a la brava nos metimos en la tan esperada “ventana de buen clima” del dia lunes 26 de mayo.
Salimos de la tienda del Campo 4 (7.800 m) a las dos y media de la mañana, soplaba viento y hacía frío. La verdad yo no estaba tan seguro si con ese viento tendríamos opciones de llegar a la cima, pero esa era nuestra última posibilidad.
A las 9 de la mañana logré entrar en el corredor final que conduce a la cima del Lhotse. Por fin allí, el viento pegaba menos, pero como suele ser casi siempre, una cosa por otra, ese corredor era un laberinto que giraba de un lado al otro, y precisamente por esa dinámica era imposible ver o adivinar en donde mismo estaba la cima.
Si hay algo que a los montañistas nos genere un gran desgaste sicológico es no saber donde mismo está el punto final; el ser humano cuando va en pos de un objetivo necesita verlo, necesita tenerlo en la mira para saber exactamente hacia donde tiene que ir y con ello, exactamente cuanto le falta para lograr. Ante ese escenario solo quedan como los mejores argumentos, humildad y paciencia
A las diez de la mañana Edurne junto con su sherpa llegaron a la cima del Lhotse, sin ayuda de oxígeno. Media hora más tarde me topé con ellos al pie de la pirámide final de roca, les abracé, les felicité, lloré con Edurne y continué en lo mío.
A las once de la mañana llegué yo también al merengue de nieve que marca el punto más alto de la cuarta montaña más alta del mundo. Me emocioné, volví a llorar, recé, recogí unas piedritas para guardarlas en mi bolsillo, me tomé unos autorretratos con el EVEREST a mis espaldas y le dejé sola a la cumbre, como la había hallado minutos antes.
Unos cuarenta y cinco minutos después, me encontré con Ion que peleaba también con la escasez de oxígeno. Nos abrazamos un poco más abajo de la pirámide final y continuamos, él hacia arriba, yo para abajo. Ion también llego a la cima sin oxígeno artificial. Me dio mucha pena que mi querido amigo y compañero, Julio, se haya dado la vuelta por el viento y no llegara a la cima.
El resto de detalles de todo lo que sentí, el viento que me castigó con tanta dureza, los momentos que me cuestionaba si debía volverme por el miedo a las congelaciones, etc., etc. Les contaré con lujo de detalles cuando llegue a Katmandú. Por ahora, miércoles 28 de mayo, estoy disfrutando de entender que ya llegué a la cima del Lhotse; que ahora, la cima del cuarta montaña más alta del mundo es un grato recuerdo para compartirlo con ustedes.
Mañana jueves 29 de mayo a las diez de la mañana emprendemos nuestro camino de regreso, en mi caso personal yo no digo “a casa”, porque como ustedes saben continúo para Pakistán a escalar, Dios mediante, otros dos ochomiles; pero en todo caso voy de camino a descansar un poquito y disfrutar de esos pequeños placeres de la vida: un spaghetti putanesca acompañado de una copa de vino, y de postre un pie de manzana con una bola de helado de vainilla en el clásico Fire and Ice de Katmandú
¡Salud por el Lhotse ¡