El 19 de diciembre de 1959 nací en Ambato, cerca de las once de la noche, bajo el signo de Sagitario en el calendario gregoriano y como Chancho de Tierra en el calendario chino.
Me imaginé por primera vez como montañista, a los ocho años de edad, en mi ciudad natal, una tarde que admiraba extasiado la perfección del cono volcánico del Tungurahua.
En medio de ese asombro me hice dos preguntas:
Enseguida mi madre me explicó que estas personas se llaman “andinistas”
Ahí empecé a soñar. Yo también quería ser “andinista”
El tiempo echó a correr, empecé a realizar mis primeras y modestas ascensiones en las colinas cercanas a mi ciudad, mientras era estudiante de la escuela Juan León Mera de los hermanos de La Salle.
Luego vino la etapa del colegio (Pío X) y cuando iniciaba mi carrera estudiantil pude realizar lo que consideré mi primer gran acercamiento a la montaña.
El domingo 10 de septiembre de 1972 llegué a la cima del Illiniza Norte gracias a la compañía de mi fraterno amigo Fabián Zurita. El logro de esa cima marcó un antes y un después, la tenía clarísimo: quería subir montañas toda mi vida.
Empecé a soñar entonces en el que sería mi siguiente gran objetivo: la cumbre del Chimborazo, la montaña más alta del Ecuador.
En las vacaciones del verano de 1977 (tenía dieciseis años), trabajé para comprarme mi primer par de botas de montaña. Me costaron 100 sucres, yo había ganado 70 sucres como ayudante de una imprenta y mi madre me obsequió los 30 restantes.
¡Qué importantes fueron en mi vida mis primeras botas de montañista!
Pude ascender como parte de mi preparación al Illiniza Norte, al Rumiñahui, al Tungurahua, al Carihuairazo. Hasta que llegó el gran día, un 23 de octubre de 1978 a las 8h15, alcancé por primera vez la cumbre del Chimborazo, la montaña más alta del Ecuador (6.310 m.).
Qué momento más inolvidable fue llegar a esa cima, estaba cansado, muy cansado, pero lloraba de emoción; había logrado esa cumbre en mi segundo intento, esta vez acompañado del Padre Manuel Gavilanes (Jefe de expedición) y de mi amigo Luis Lozada.
En el transcurso de mis estudios en la facultad de Ingeniería Química en la Escuela Politécnica Nacional continué escalando el resto de montañas del Ecuador, aprendiendo y mejorando las habilidades propias de mi oficio de montañista.
En 1988 pude realizar mi primera expedición allende nuestros mares, fue en compañía de Willie Navarrete que escalé el Artesonraju y el Alpamayo, par de montañas preciosas de la Cordillera Blanca del Perú. A partir de allí pude realizar otras expediciones a Perú y Bolivia que me permitieron alcanzar las cimas del Huascarán, Illampu, Yanapaccha y Chacraraju.
En 1995 realicé mi primer viaje a la Cordillera del Himalaya con la intención de escalar clandestinamente, sin pagar el permiso de ascensión -porque no tenía el dinero- el pico Pumori de 7.125 metros. Ya estando al pie de la montaña me di cuenta de que mi “gran idea” era descabellada y tuve que conformarme con escalar, en solitario, tres picos modestos de la misma zona, de los cuales el más representativo fue el Island Peak de 6.187 m. Pero este gran viaje, inolvidabel en mi vida, fue el que me abrió los ojos para el que sería mi siguiente gran sueño: la conquista del Everest.
Lo que vino después de ese gran viaje es parte de mi historia de vida y de montañas. El gran Everest, primero, en mayo de 1999, sin oxígeno suplementario; luego el K2 en el 2000, la segunda montaña más alta del mundo; y posteriormente el gran proyecto de las catorce montañas más altas del mundo.
A la fecha de hoy, gracias a Dios, sigo escalando montañas; mis queridas montañas del callejón interandino ecuatoriano y las que hay como en ese inmenso jardín de las montañas del planeta.